Las monedas virtuales pueden ofrecerles a los consumidores una nueva forma de transacción financiera, mucho más económica y eficiente, sobre todo a la hora de mover su dinero; pero esas mismas monedas pueden ser atractivas en manos de los delincuentes.
Esta ha sido la tesis central que ha defendido el jefe de la División Criminal del Departamento de Justicia de Estados Unidos ante el Congreso de su país; un argumento que ha sido secundado por las declaraciones de Mythili Raman, asistente del Secretario de Justicia en un panel del Senado: “Hemos visto un aumento del uso de las monedas en los traficantes de drogas, traficantes de pornografía infantil, y en los autores de fraudes a gran escala”.
Tomando en consideración las declaraciones de algunos políticos influyentes en Estados Unidos, muchas de ellas que se han dejado escuchar por estos días, todo apunta hacia un clima algo hostil para la promoción y uso de este tipo de monedas virtuales en territorio estadounidense.
Al parecer, estas monedas ofrecen a los infractores tanto el anonimato como la capacidad de procesar transacciones que no se pueden intervenir, lo cual puede “complicar significativamente” la capacidad del gobierno estadounidense para seguir rastros de dinero sucio, sobre todo en investigaciones penales relacionadas con el tráfico de drogas y demás delitos.
Las monedas virtuales, o dinero digital, se han convertido en estos últimos años en una forma nueva y popular para comprar bienes o servicios en internet.
En su gran mayoría, estas monedas virtuales no están reguladas y mucho menos emitidas por un banco central de un determinado país. De ahí que las mismas hayan sido consideradas por algunos analistas e inversores como una moneda alternativa en países con inestabilidad financiera.
La moneda virtual más popular es Bitcoin, la cual existe a través de un programa de software de código abierto y cuyo suministro se controla mediante un algoritmo informático.